Domingo XXIIIda (Lc. 14, 25-33)
Seguir a Jesús conlleva a renunciar a criterios propios,
culturales y estilo de vida. La familia patriarcal donde el padre de familia
decidía todo y había que respetar. La mujer no tenía parte. La hija podía ser
vendida para cubrir deudas. El hijo para trabajos forzados. Hoy sumamos el ego
donde gira el mundo y la riqueza. La búsqueda del placer como única felicidad…
La mirada con desprecio y “asco” al que posee alguna deformación… condena
social a la diversidad sexual que solo hay que dejar a los fisiólogos-científicos
la explicación. La anestesia del dolor no físico (que es una sintomatología de
un problema más profundo) sino del dolor ante la pobreza, condena social y
religiosa, falta de trabajo y crecimiento social, injusticias, violencias…
muertes. DOLOR DEL ALMA que no se anestesia con la droga, alcohol, placeres ni
riqueza. Cargar la cruz es mirar desde Jesús con optimismo, edificando la torre
de vigilancia que nos ayuda a ver desde lo alto y no del barro donde caminamos,
arrastrados por el pensar y presión de vivir mundano. Frente al enemigo no se
pacta ante la oferta que la economía impone viviendo esclavos de los poderosos.
Tampoco por el camino de la violencia revolucionaria sumando más injusticia y
violencia. La MENTE ABIERTA nos lleva a “ver, juzgar y actuar”. Conocer la
realidad con optimismo de los avances científicos, tecnológicos y culturales…
iluminándolos desde la mirada de Jesús para edificar “un mundo más humano y
dichoso”. No es el camino de Jesús el tradicionalismo cerrado al mundo moderno
ni tampoco al vale todo. La libertad y estilo de vida que Jesús proclamó se
enfrentó a los Fariseos y al poder político reinante. Renunciar a los bienes
personales es seguir a Jesús en su nueva visión llevando a edificar SU REINO,
reino de AMOR, JUSTICIA, PAZ, GOZO, FELICIDAD y VIDA.
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