Domingo XXIVda (Lc.15, 11-32)
Parábola muy meditada y comentada, acentuando sus distintos
personajes (Padre, hijo menor, hijo mayor). Jesús la relató para exaltar la
figura de Dios bueno ante la dureza de
un juez que despertaba miedo y alejamiento (como Adan y Eva) Un Dios con cara
de malo, de vigilante, estudiando y deseoso de poner “tarjeta amarilla o roja”
y mandar al infierno… lugar de tormento eterno! Jesús presenta una imagen muy
distinta y revolucionaria. Dios es tan cercano y preocupado por el bien y la
felicidad del hombre que hasta se deja usar con aparente ingenuidad llamado al
hombre “hijo” con la libertad de malgastar sus bienes. Pero hay algo que
perduran en El. No es el rencor ni el reclamo ni condena… Ni mano dura, sino la
alegría del triunfo del amor. Que definición precisa del Evangelista Juan “Dios
es AMOR” Un amor que no muere, un amor misericordioso, lleno de esperanza,
donde no cabe una cualidad contraria. Él “ES AMOR” se identifica, nosotros
tenemos amor compartido de ALGUIEN que es fuente perenne, no somos amor, por
eso podemos equivocarnos, errar el camino de las decisiones, como el hijo
pródigo, conociendo la miseria por el alejamiento del Padre. Pero también,
identificados con el hijo mayor, llenos de envidia, vanidad, orgullo, condena…
Sin alegrarse ni valorar el vivir en la intimidad y permanente relación con el
Padre… valía más “el cordero cebado” que el amor del Padre y su cercanía. Jesús no vino a predicar una doctrina sobre
Dios como los filósofos y teólogos. Hablaba de lo que abundaba su corazón, de
una relación vivencial con ALGUIEN que llamaba SU PADRE. Padre lleno de bondad
y misericordia que desea lo mejor para cada uno de nosotros. “Padre Nuestro que
estas en los Cielos haznos misericordiosos, comprensivos y colaboradores de un
mundo en paz y solidaridad con los más necesitados. Padre Bondadoso sé que me
escuchas y deseas lo mejor para mí, que nada me lleve a la tristeza y
alejamiento de Tu presencia sino la ternura y gozo de ser amado por Ti”
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