domingo, 26 de mayo de 2024

”EN EL NOMBRE DEL PADRE, DEL HIJO Y DEL ESPÍRITU SANTO”.

 


Domingo. Santísima Trinidad. (Mt. 28,16-20).
Jesús cita a sus Apóstoles en el monte de Galilea. Allí se despedirá, dará su mensaje final:”Hagan que todos los pueblos sean mis discípulos”. Recordábamos la universalidad del mensaje y deseo que todos los hombres vivan una relación de hermandad, teniendo con Dios una relación filial, El es un Dios revelado como PADRE. Jesús hablaba de El con mucha confianza y relación íntima, hasta cariñosa como era la expresión de ABBÁ, como papito o padrecito; una relación adorable, afable, cariñosa. Él llamará a compartir su Padre como “PADRE NUESTRO que estás en los Cielos…”.Si bien el  Pueblo Judío tenia la idea de Dios Padre de su Pueblo, Jesús abre a todos los hombres ese significado y de una manera particular consigo mismo “Mi  Padre”, Él es SU HIJO ÚNICO. Jesús penetra todos los secretos del Padre y nos lo da a conocer. Revela tan fuerte su unidad con el Padre que, cuando Felipe le pide ver al Padre, Jesús le responde:“el que me ve, ve al Padre “, “Yo hago las obras de Mi Padre” crean por ellas.  La unidad del Hijo con el Padre es UNA, en el Espíritu de Amor.  Este Dios –Padre lo es de una manera particular cuando perdona a Sus hijos (recordemos la parábola del Padre Misericordioso con relación a su hijo pródigo) … como nosotros, sus hijos, cuando perdonamos a nuestros hermanos: “perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos han ofendido”. Es un PADRE MISERICORDIOSO.
Llamar a Jesús como HIJO de DIOS, podía tomarse como Alguien que poseía una relación privilegiada con Dios. Pero no ser una expresión tan fuerte como sería dada por el cristianismo. Teniendo una misma naturaleza de ser. Ser verdaderamente un Hijo de Dios, venido de El y vuelto a El, donde vino y volvió, bajo del cielo y subió allí. Siempre elaborando palabras humanas para expresar MISTERIOS de nuestra fe, porque es el mundo que conocemos… bajar y subir… venir y volver… que nunca darán la  profundidad de su verdad: hacerse hombre y resucitar para estar junto al Padre GLORIOSAMENTE. 
Si bien el Pueblo Judío conocía la acción del Espíritu de Dios, pero no como Alguien personalizado, como lo revela Jesús. El Maestro lo presenta como Aquel que enviaría junto con el Padre. El Espíritu tendrá la misión que recordábamos el domingo de Pentecostés: recordará todo lo enseñado, hablarán resueltamente y sin preocuparse dando las palabras precisas, tendrán la fortaleza para hablar en público y dar la vida por las enseñanzas dadas por Su Maestro... 
“bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo…” Ser bautizado proviene de las diversas y múltiples costumbres de abluciones que realizaba el judío para purificarse. Juan bautizaba en el Jordán dándole un sentido de lavado de una vida errónea pero anunciaba una de agua y fuego en el Espíritu. Será desde que Jesús envía su Espíritu y pide este bautismo que tendrá un significado mas profunda que un simple lavado. El mismo será un participar en Jesús de su Pascua, su Paso de la muerte a la vida, una participación activa y viva en Jesús. Ser la prolongación de El en el mundo: ser OTROS CRISTOS; responsables de predicar y vivir lo mandado: ” ... enseñándoles a cumplir todo lo que Yo les he mandado”… . Su enseñanza será prolongada a través de nuestras vidas.
“Yo estaré siempre con ustedes hasta el fin del mundo”. Este mensaje final llena de confianza y fortaleza a todo seguidor del Maestro. NO ESTAMOS SOLOS.
“Jesús, divino Maestro, tu  promesa fortalece nuestras debilidades y da seguridad en nuestra perseverancia en implantar un mundo mas humano, justo y feliz”.


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