XXVI° Domingo Durante el Año. (Lc. 16,19-31).
Continuando con el tema de la riqueza, Jesús, presenta esta parábola del Rico y el pobre Lázaro. El primero “vestía de púrpura y lino finísimo y cada día hacia esplendidos banquetes”.
Cuando el Pueblo Israelita se instaló en Canaán, repartieron las tierras y todos poseían los mismos bienes, no había ricos ni pobres. Pasó el tiempo, unos se fueron enriqueciendo y otros empobreciendo. Se tomaba la riqueza como bendecido por Dios. Las injusticias comenzaron a verse pasando a considerarse a los ricos como hombres impíos y a los pobres como los justos.
Esta evolución social se fue dando en todas las épocas … ricos pasaron a la pobreza, como los pobres a la riqueza. Algunos con mala administración fueron perdiendo los bienes (imagen del hijo pródigo); otros progresando con sacrificio, trabajo, dedicación, salieron de la pobreza dejando en herencia un patrimonio que pasaba de padres a hijos, cuidándolo como el sustento familiar futuro. Estos serian los caminos normales y trasmitidos en la herencia familiar … Pero el hombre seducido por la riqueza y el poder, suele querer adelantar su riqueza y estado social entrando por la CORRUPCIÓN, bienes adquiridos por el robo, violencia, fraudes… y otros tantos caminos deshonestos. Los enriquecidos sin una cadena hereditaria de sacrificio y cuidado del patrimonio familiar (como era privilegio del hijo primogénito), buscaban la riqueza por la corrupción. Estos ricos deshonestos suelen ser cerrados a las necesidades de los demás, egoístas y avaros, sin entender el sacrificio y el dolor del pobre y necesitado; su corazón está cerrado y ciego, solo mira su bienestar derrochando dinero.
Saber vivir no es poseer muchos bienes y derrocharlos según el placer del momento. Muchos acumulan sin saber si despiertan al día siguiente y ¿para quien fue todo lo acumulado deshonestamente?. “El rico también murió y fue sepultado”, dejando una imagen para toda la eternidad como corrupto. SABER VIVIR es vivir con sabiduría el momento presente … es SABOREAR los momentos con alegría compartida. El compartir y aliviar el dolor o necesidad de un hermano da una alegría que no la da el gastarlas egoístamente.
“A su puerta, cubierto de llagas, yacía un pobre llamado Lázaro”. Del rico no pone Jesús nombre sino actitud… en el pobre lo llama Lázaro, que significa: ‘Mi Dios es ayuda’. Cuando se pierde la confianza en los hombres, y la posibilidad de una ayuda, solo queda mirar a lo alto o lo profundo y encontrarse con Dios; en El solo esperar consuelo o sus brazos para recibirlo: “fue llevado por los ángeles al seno de Abraham”. Esto nos abre el entendimiento de que no siempre encontramos en esta vida terrena el consuelo de nuestros males, sino en el mas allá … Abraham responde al Rico: “Hijo mío… recuerda que has recibido tus bienes en vida y Lázaro ...recibió males; ahora él encuentra aquí su consuelo…”.
El Rico, en el mas allá, desea prevenir a sus allegados para que actúen en bien de todos y no egoístamente. EL RICO PIDE AYUDA pero tarde, no lo alcanza para sí y lo desea para los que en vida terrena viven de la misma manera. Proféticamente leemos en el Evangelio: “Te ruego entonces padre, que envíes a Lázaro… Tienen a Moisés y los Profetas que los escuchen … aunque resucite alguno de entre los muertos, tampoco se convencerán”. Tenemos ente nosotros gente que proclama viviendo estilos de vida según los Planes del Creador, Proyectos Divinos, conforme a su Voluntad para el bien de los hombres y su convivencia... y no los escuchamos; tampoco sabiendo que Jesús Resucitó lo escuchamos y vivimos su Proyecto de Vida.
“Padre Nuestro, que nuestra mirada no se ciegue ante el hermano necesitado y despierte la empatía sabiendo que el día de mañana también necesitaremos de él para edificar un mundo mas humano y feliz”.