II° Domingo de Adviento. (Mt. 3,1-12).
Próximo a memorar el nacimiento de Jesús en Belén, el Evangelio nos lleva recordar a Juan Bautista, su imagen austera y el lugar profético: el Rio Jordán.
Juan vivía de una austeridad extrema, este era el primer mensaje que daba a un Pueblo que había pasado de la necesidad en el desierto a gozar de un estar privilegiado en Canaán.
Fueron muchos años en el desierto, desde el cruce del Mar Rojo, escapándose del ejercito Egipcio y de la esclavitud, hasta la entrada a la Tierra Prometida, Canaán.
El desierto se convirtió en lugar de austeridad y purificación. Vivir allí se necesita mucha simplicidad. Todo lo superfluo queda fuera de los planes... deseos. Allí LO POCO ES MUCHO, se valora la vida simple, sacrificada, austera.
¡Cuanto mas si se vive en peregrinación!. ESTAMOS DE PASO. Nacimos desnudos y volveremos igual a la tierra, sin llevarnos nada.
Mucha carga … mucha molestia y desvía la atención.
Cuanto mas bienes materiales tenemos, mas atados a un estilo privilegiado; olvido de nuestras raíces, proyectos y una convivencia marcada por el egoísmo. La mirada se detiene en el deseo de poseer cada vez mas bienes. ¡Cuantos fueron ayer pobres! y, ante la posibilidad de tener riqueza, se olvidan de su raíz considerándola como humillante. Miran con altanería al que la vive hoy, disminuyendo su dignidad por ser pobre.
VALES NO POR LO QUE POSEES SINO POR LO QUE SOS. Tus cualidades humanas te dignifica y valora.
La austeridad del Bautista nos lleva recordar a ese Pueblo que cruzó el Rio Jordán pobre. La providencia de Dios le dio la posibilidad de crecer y tener un estar acomodado. Esto los llevó al olvido de Dios y sus Planes para ellos. La autosuficiencia engrandece tanto el EGO que considera no necesitar de la guía divina; mira a los demás y al necesitado con desprecio. Jesús nos enseñó a mirar con empatía y hermandad.
La Iglesia nació pobre, viviendo de la generosidad de la gente. Ella tiene que volver, como Juan Bautista, al desierto. Volver a la austeridad, desprendimiento, empatía, y mirada al necesitado con generosidad. Una Iglesia rodeada de riqueza es semejante a ese Pueblo estancado en Canaán. Necesita VOLVER la mirada DONDE NACIÓ y de QUIEN recibió el MANDATO de “ID.. EVANGELIZAD EL MUNDO ENTERO”. Sin llevar ni exigir alguna carga pesada, que desvía la misión recibida.
VOLVER AL DESIERTO, seria también no poner el acento en todo aquello que hace pesado el PEREGRINAR... La riqueza desvía la mirada y su Misión. Hay riquezas que no solo se detiene en lo material, sino también en lo cultural, desarrollo especulativo… donde ya no esta la preocupación y cuidado en lo que le dio origen al mandato de Jesús, Maestro de vida. La Iglesia se ha convertido en un ADUANERO que vigila la entada y salida de un estado al otro, y no en llevar una vida sencilla, cercana, empática, como el BUEN PASTOR. Él busca la oveja perdida, la carga en sus hombros, cura las heridas, alimenta su vida … la centralidad está en la MIRADA de JESUS en el hombre.
¡CUIDA AL HOMBRE! y él cuidará al mundo; habrá armonía y paz.
Juan Bautista, no se predicaba a si mismo, sino que centraba su mirada en quién era mas que él: “...pero Aquel que viene detrás de mí es más poderoso que yo, y yo ni siquiera soy digno de quitarle las sandalias”.
Volver al otro lado del Jordán es volver a los principios, a la pureza de vida sin las cargas, sino la MIRADA en y de JESUS. Él nace en la pobreza del pesebre, un lugar que albergaba los animales, porque no encontraron otro lugar para ellos. Nadie los recibió, naciendo en la pobreza; tampoco festejaron su nacimiento, ni conocieron su DIGNIDAD. Solo será revelado a los que eran despreciables por la sociedad, como eran los pastores y, aquellos venidos del paganismo, los Reyes de Oriente, estudiosos de los astros.
“Maestro, que en Tus Palabras y Ejemplo de Vida se detenga nuestra mirada e inunde nuestra vida de Tu Espíritu, bautizándonos en el fuego de tu amor por los hombres”.
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