domingo, 19 de febrero de 2023

“… SERÁN HIJOS DEL PADRE QUE ESTÁ EN EL CIELO”.

VII° Domingo Durante el Año. (Mt. 5,38-48). 
En la historia de la humanidad experimentamos la gran lucha, manifestando la permanente enemistad, entre el BIEN y el MAL. Somos rápidos en declarar que los malos son los otros y nosotros los buenos. En realidad en cada uno en particular se realiza la gran lucha entre el bien y el mal. Nadie está exento de experimentar el impulso de uno u otro estado interior, creando tiempos adversos, de alegría en el momento bueno y tristeza e incertidumbre en el malo. 
De Jesús se decía que “era manso y humilde de corazón”. Nadie experimentaba un mal momento de encuentro con El, para ser comprendido, aconsejado o curado… pero descubrimos que también se lo vio reaccionar duramente en el Templo. Allí manufacturó un látigo, expulsando a los mercaderes y soltando las palomas… la ira se había apoderado de El, movido por la indignación de ver la “Casa de Su Padre” convertida en lugar de comercio, en vez de encuentro con Dios.
Nadie está exento de vivir momentos distintos entre un impulso de violencia o de amor profundo. El primero en defensa ante la posible agresión y el segundo de contención, consuelo y vida. 
Cuando Jesús nos  enseña: “AMEN  a sus enemigos, rueguen por sus perseguidores…. “, no nos pide que tengamos un sentimiento de cariño y dulzura con ellos, sino un respeto y deseo del bien por el otro, un sentimiento de humanidad. TRABAJAR POR EL BIEN “... así serán hijos del Padre que está en el cielo, porque Él hace salir el sol sobre malos y buenos y hace caer la lluvia sobre justos e injustos”. Jesús no dice que no son malos ni injustos … al contrario los nombra y les da un dictamen: SON MALOS e INJUSTOS.
¿Cómo proceder ante el mal… ante la agresión y el desprecio?.
Nos presenta el ejemplo del Padre Celestial. Que “hace salir el sol sobre malos y buenos, hace caer la lluvia sobre justos e injustos”.
No dejamos de sufrir por el mal recibido o la injustica... El dolor existe. Tampoco estamos indiferentes ni empáticos. Repercute en el interior y produce efecto según la experiencia recibida y el DOMINIO personal. El ejercicio de este dominio no es fácil y requiere atención permanente, va unido al temperamento personal y a la gracia de Dios, su asistencia.  
Cuando la violencia o injusticia es prevenida y esperada se puede preparar y poner las barreras necesarias para tener el dominio del suceso… pero cuando viene de improviso ni esperado… reaccionamos como un resorte aplastado… saltamos como un reflejo. Pasado el momento nos asombramos de la dureza y violencia despertada. 
En el mundo en que vivimos no dejamos de preocuparnos de las distintas manifestaciones de violencia entre Pueblos, provocando guerras, destrucción y muertes. La carrera armamentista es la única que crece y enriquece, donde mueren tantos inocentes y solo se protege a los causantes de los mismos, como en un ajedrez proteger al Rey. 
La violencia la experimentamos en las calles donde maleantes, sin escrúpulos, condenan a muerte a tantos inocentes para robar apenas un celular o zapatillas.
La violencia la encontramos en jóvenes que, como juego o deporte, cobardemente atacan por la espalda y en numero elevado sobre otro desprotegido y solitario.
Violencia la encontramos en el mismo ambiente familiar, donde se espera la siembra del amor y su fruto.
La misma violencia la encontramos en al historia de la Iglesia, aunque predique y diga tener al Rey de la Paz.
¡Cuánto tenemos que trabajar! Por un mundo donde impere el amor, cordura y buena acción desde la propia vida, sin enjuiciar a los demás. Sembrar amor por odio… paz por guerras … cordura, buen sentido común por locura desenfrenada sin medir las consecuencias.
“Señor Jesús, Tu desde la cruz orabas pidiendo justicia; eras capaz de sufrir injustamente un mal, entendiendo la ignorancia y accionar de los verdugos. Ayúdanos a trabajar por un mundo en paz, armonioso, equilibrado, hermanado, donde no sea la violencia el camino para alcanzar objetivos personales de poder y egoísmos .”


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