Domingo de Resurrección. (Jn.20,1-9ss).
Habían sepultado a Jesús en un lugar cercano de la crucifixión. El tiempo impidió darle la preparación que las costumbres realizaban. Bien temprano fueron mujeres para limpiar y ungir el cuerpo del Señor, entre ellas María Magdalena. La entrada se sellaba haciendo rodar una piedra que caía en una zanja en la entrada y era imposible abrirla, se necesitaba muchos con fuerza para sacarla de ese lugar. Las mujeres van sin pensar en esa imposibilidad; el amor a su Maestro no miraba obstáculos o pensando que todo lo puede.
En estos versículos encontramos el temple de la mujer amante, no hay limites ni barreras que le impidan llegar a su objetivo. Tomaron todo lo necesario para limpiar y ungir el cadáver de su Maestro ¿que experimentaron?. La piedra estaba removida, seguramente en esos momentos viendo su enormidad y peso habrían caído en la realidad de agradecer aquellos que lo hubieran realizado, porque para ellas hubiera sido imposible.
Sus mentes y deseos seguían en la posibilidad de limpiar y ungir el cuerpo del Maestro. Al entrar lo encuentran vacío… sus pensamientos fueron ¡HAN ROBADO EL CUERPO DEL SEÑOR!. No volaban sus pensamientos en aquello que hubieran deseado: verlo, escucharlo, aprender sus enseñanzas, estar a su servicio... no había ilusión, nadie las estaba mentalizando o metiendo ideas raras y falsas ...lo primero que les brota de lo profundo de sus dolores es la idea de que robaron el cuerpo e irían a comunicar a los Apóstoles: “Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos donde lo han puesto”. Los Apóstoles estaban encerrados por miedo de los judíos y seguir el mismo camino de la cruz. No pensaron en el gesto delicado que las mujeres habían resuelto dar a Jesús pero… sin perder tiempo salen a confirmar lo revelado: EL SEPULCRO VACÍO. Pedro y Juan llegan al lugar y confirman lo dicho por las mujeres pero uno de ellos al ver el sudario y sabanas, sin el cuerpo …”VIO Y CREYÓ”. Juan, el discípulo amado del Señor, revela algo mas profundo de lo que los ojos encontraban: “Todavía no habían comprendido que, según la Escritura, Él debía resucitar de entre los muertos”.
El AMOR corre tras lo amado pero la FE realiza el encuentro.
A María Magdalena le faltaba la fe de Juan, quien “vio y creyó”, para que se haga realidad el encuentro con quien amaba: EL RESUCITADO. A Juan le faltaba el amor de María para que su fe venciera el dolor, superando los obstáculos que EL AMOR TODO LO PUEDE.
Al día siguiente María Magdalena se encuentra con el Señor pensando que era el jardinero, pero el solo escuchar su nombre “María” y el tono de voz, de quien lo pronunciaba lo reconoce “¡Raboní!, es decir ¡Maestro!”. La alegría insuperable de ese encuentro la lleva a volcarse a sus pies y sujetarlo, como expresando el deseo de que nunca mas se separaría. Jesús le dice “No me retengas, porque todavía no he subido al Padre”…
La experiencia de poder estar frente al Cuerpo Glorioso del Señor, abrazar sus pies … tocar su heridas… escuchar nuevamente su voz, ver su rostro, que a los discípulos de Emaús les costo reconoce...verlo traspasar las puertas cerradas, aparecer y desaparecer...mudarse de un lado a otro… mas allá del tiempo y espacio... es la experiencia mas grande de la que los místicos deseaban llegar con su éxtasis.
“Señor Jesús alimenta nuestra fe para que el amor hacia Ti llegue a cumplirse con un encuentro gozoso y se convierta en realidad los que buscan amarte y servirte”.