2° Domingo de Cuaresma. (Mt. 17,1-9)
Hemos mencionado que dentro de la cuaresma uno de los ejercicios recomendados es la ORACIÓN, unido al ayuno (sacrificio) y a la limosna (generosidad). La oración como el diálogo personal con Dios. Allí dejarse impregnar en El, resplandecientes como Jesús en el Tabor. Ir reflexionando nuestra vida con el Proyecto del Padre Celestial. Para este encuentro personal necesitamos un ambiente especial, aislarnos, buscar la soledad, recordemos "el espíritu del desierto", un lugar donde nada nos impida ese encuentro y la claridad en el entendimiento de Su Mensaje. Jesús recurre al desierto, a los montes elevados, al Huerto de los Olivos, en la Transfiguración en el Monte Tabor. Allí llevó a tres de sus Apóstoles que lo acompañaban de una manera especial: Pedro, Santiago y Juan. Estos Apóstoles al ver a Jesús en oración le piden que les enseñe a rezar, Jesús les dice: "cuando oréis decid PADRE NUESTRO". Oración que se convierte en modelo para todo diálogo con Dios. Jesús mismo es el Maestro. Si buscamos encontrarnos con Dios y en El encontrar su Mensaje y Proyecto para cada uno, reflexionemos con tranquilidad esa escena del Tabor. Jesús ante Dios, revelado como Padre y no con la imagen fría de un Juez o simple Creador a quien rendiremos cuenta, sino ante un Padre Misericordioso, que busca siempre el bien de sus hijos. Ante Jesús se presenta Moisés y Elías, ellos representan la Ley y los Profetas. Recordemos a Jesús ya resucitado caminando junto a dos discípulos de Emaús, a ellos les va explicando todo lo referente a su vida en lo revelado en la antigüedad: "¿No era necesario que el Mesías soportara esos sufrimientos para entrar en su gloria? Y comenzando por Moisés y continuando con todos los Profetas, les interpretó en todas las Escrituras lo que se refería a Él"(Lc. 24,26-27). Aunque no entendían el Camino que Jesús les anunciaba, el corazón ardía de paz, armonía, gozo y sensibilidad que manaba de las Palabras y Mensaje de Jesús. Aunque muchas veces no entendemos el misterio que encierra la misión que Dios nos tiene preparado y nos trasmite angustia y dolor, no deja de arder en nuestro interior un gozo profundo y misterioso. Una contrariedad, por un lado un no desear aceptar el Camino de Jesús, que conlleva la pasión, muerte y resurrección y por el otro lado paz y gozo, un corazón enardecido. Es tan fuerte el pedido de renuncia y aceptación de las contrariedades, como el dolor, abandono, soledad, angustia, condena y muerte en cruz, que nos impide ver el fruto: la resurrección, el Triunfo del Amor. El Reino de Dios que es Amor, Justicia, Paz, Gozo, Felicidad y Vida. Este Reino se siembra con sudor y lágrimas pero se cosecha con alegría. Por el otro lado cuando Jesús revela su Camino trasmite también la paz y fortaleza para caminar por él. En el Tabor Jesús está resplandeciente, lleno de Luz, la divinidad se da a conocer; en el Huerto de los Olivos terminará su oración con sudor de sangre, sensación de agonía y deseo de muerte, lo humano aparece con su debilidad. En el Huerto los Apóstoles se quedan dormidos no pueden soportar ver la debilidad humana de su Maestro. En el Tabor desean quedare para siempre en ese estado de gozo y esplendor: "Señor ¡que hermoso es estar aquí! Si quieres, haré tres chozas, una para Ti, otro para Moisés y otra para Elías ". No pensaban en ellos, ni tampoco en la Misión que Jesús tendría para ellos. Es mas fácil la seguridad en el aislamiento que el enfrentarse con la realidad de las contradicciones, incomprensiones, persecuciones y muerte al anunciar Su Mensaje. Volver a la realidad, al mundo que hay que redimir, anunciarle el Plan de Dios Creador, ese Padre Bueno que desea el bien del hombre, un mundo mas humano y feliz. Como bautizados hemos preferido vivir encerrados, en nuestras costumbres piadosas y normas de conductas rigoristas, que mirar el mundo que nos rodea. Buscar cambiarlo viviendo entre ellos con criterios y modo de vida como Jesús nos dejo en Su mensaje: SER FERMENTO EN LA SOCIEDAD DE HOY. Aquella levadura que levanta la masa, aquel que con palabras sencillas y humildes es capaz de cambiar los criterios y por su modo de vida mostrar el modelo que predica. No se nos pide ir a un lugar lejano sino empezar por nuestro metro cuadrado, la realidad que nos rodea diariamente, impregnándolo del Amor Misericordioso. "Padre Nuestro, alegra nuestro corazón con el ardor de Tu Amor y fortalece nuestra vida para ser fermento de Tu Proyecto de Vida"
Así sea
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