sábado, 23 de julio de 2022

“SEÑOR ENSEÑANOS A ORAR”.

XVII° Domingo Durante el Año. (Lc. 11,1-13).
En varias oportunidades Jesús solía retirarse a la soledad, apartándose de los Apóstoles, para orar. De lejos veían a su Maestro dialogar con ALGUIEN. Entendían, después de preguntarle, que era Su Padre, con quien intercambiaba sentimientos y entendimiento: Su Misión, Su Camino, Su destino humano: abandono, incomprensión, dolor, cruz, muerte, resurrección… hasta sus últimas oraciones, en el Huerto de los Olivos: “aparta de mi este cáliz” y en la cruz: “Dios mío, Dios mío, porque me has abandonado?”. Veían a Juan Bautista que les enseñaba a sus discípulos a orar … Ellos no querían ser menos y le piden al Maestro :”SEÑOR ENSÉÑANOS A ORAR…”.
Muchas escuelas de oración han surgido a través de los tiempos, enseñando gestos, posturas; palabras adecuadas y elaboradas teológicamente; como el realizarlas en lugares específicos … hasta atarse a ellos escrupulosamente.
Si por orar entendemos palabras bien preparadas y recitadas, como quien presenta ante un auditorio un poema bien elaborado… no rezaríamos correctamente, la atención estaría puesta en la perfección de la fórmula, el lugar determinado y no a Quien nos dirigimos. Lo mas importante es donde está nuestra mente en ese momento, consientes de estar frente a Alguien, Dios Padre,  con el afecto del corazón, nuestro sentimiento. MENTE y AFECTO. La atención en lo que decimos, entendiendo el texto, y el corazón latiendo hacia Alguien.
Debemos entender ante QUIEN estamos presente y que se da, en ese momento, una relación viviente, comunicativo, un… DIALOGO con ALGUIEN. Él entiende lo que expresamos y sentimos, no necesariamente con palabras precisas y bien elaboradas. Cuando hay AMOR, en esa relación, las palabras están de mas; puede realizarse perfectamente elevando la mirada atenta y el corazón encendido, sin poder decir y proclamar palabra alguna. Dios conoce lo profundo de nosotros y sabe lo que necesitamos y deseamos como también aquel sentimiento donde no encontramos palabras para expresarlas. Una mirada afectuosa.
Las oraciones mas perfectas son aquellas salidas del corazón afectado, que busca calmarlo y no lo consigue; eleva a Dios - Padre una mirada acompañada de lágrimas por no poder salir de ese estado. No salen palabras correctas y el corazón esta lleno de turbación, dolor y sin consuelo posible. Solo el acompañamiento... saberse que Alguien está cercano y no abandona. Nuestras oraciones pueden elevarse repitiendo palabras sin perfección, “Dios mío, Dios mío, porque me has abandonado…” sabiendo que es tan solo una experiencia oscura y no real, Dios Padre no abandona.
El texto Evangélico de este Domingo nos presenta la enseñanza del “Padre Nuestro”. Allí nos llena de confianza con Quien dirigimos nuestra atención y afecto. Pedimos lo necesario para una vida sana del alma y cuerpo: la paz interior con el perdón de nuestros pecados; las necesidades básicas... el pan de cada día… como el estar fuerte ante la tentación o el Maligno. Estas mismas necesidades estarían consumadas en la edificación de un mundo conforme a su Voluntad  “”VENGA A NOSOTROS TU REINO”. El hombre es el obrero en la edificación de un mundo distinto, administra un BIEN que no le es propio y deberá rendir cuentas. 
Jesús nos presenta la necesidad de la PERSEVERANCIA en la elevación de la oración; ese es el estado anímico para recibir el Espíritu. Él mismo llenará de luz la mente, necesario para encontrar los caminos de salida y calmar los corazones con el consuelo de experimentar un amor consumado.
“Si ustedes, que son malos, saben dar cosas buenas a sus hijos, cuánto más el Padre del Cielo dará el Espíritu Santo a aquellos que se lo pidan”.
“Padre, santificado sea tu Nombre, que venga tu Reino, danos cada día nuestro pan cotidiano; perdona nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos a aquellos que nos ofenden; y no nos dejes caer en la tentación”.


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