sábado, 30 de julio de 2022

“SER RICO ANTE LOS OJOS DE DIOS Y NO DE LOS HOMBRES”.

XVIII°. Domingo Durante el Año. (Lc. 12,13-21). 
En los tantos encuentros de Jesús con la gente, encontramos a un joven que le pide: ”Maestro, dile a mi hermano que comparta conmigo la herencia”. Cuantas veces nuestros ENCUENTROS con Jesús, o nuestras oraciones dirigidas a Dios Padre… a la Virgen u a otros de los Santos, a quienes llamamos protectores (aquellos que atienden nuestras necesidades urgentes, económicas, de salud o amistades rotas) son INTERESADOS. 
Buscamos desequilibrar la balanza para un lado, queriendo enfrentar a Dios con el otro. Que Dios se ponga de nuestra parte y enemigo del opositor. En la historia del hombre hubo enemigos, enfrentados en batallas, quienes rezaban al mismo Dios para su victoria, bendiciendo las armas y arengando la partida al enfrentamiento: ‘¡Dios los bendiga y acompañe…!’. Hoy día también los encontramos. 
Recurrimos a Dios PIDIENDO y no siempre buscando la Voluntad de Dios en aquello que pedimos. QUE NOS MUESTRE SU VOLUNTAD: ¿Qué es lo que tenemos que hacer ?, ¿cual es el camino para ser justos y equilibrados?, ¿como dialogar con quien se presenta como enemigo, competencia, enfrentamiento, o hermano en discusión de intereses….?, y no que Él solucione nuestros caprichos o urgencias a nuestro favor. Pedirlo es desear también que se enfrente al otro distinto y con otras aspiraciones. “AMIGO, ¿QUIEN ME HA CONSTITUIDO JUEZ O ÁRBITRO ENTRE USTEDES?”.
En el Evangelio de este Domingo nos encontramos ante un problema familiar: un hermano que pide intervengan para que el otro hermano comparta la herencia con él. El judío tenía la costumbre de conservar los bienes materiales, que resultaban también como sostén familiar. La herencia de los mismos era muy limitada, para conservar los bienes y no disminuirlos, la herencia caía en su mayor parte al primogénito. El primer varón, no  la mujer viuda ni hermanas.  Los hermanos menores terminaban siendo empleados. El hermano del Evangelio presenta un deseo de cambio, mas equilibrado, mas justo y equitativo: “¿Maestro dile a mi hermano que comparta conmigo la herencia”.
El  Maestro en vez de enfrentar el tema en cuestión, la herencia y su división, encara por un sentimiento mas profundo que no se solucionaría con la división de las partes materiales de la herencia: ¡Cual es la intención que lleva al deseo de compartir los bienes materiales!, ¿Hay un sentimiento de solidaridad… de hermandad… buscando el bien del otro ? o es una mirada para sí mismo, un egoísmo, AVARICIA . Aquel deseo de posee y acumular bienes sin importar el estado en que queda el otro.
En nuestro tiempo observamos a tantos hombres, varones y mujeres, atados al deseo de poseer cada vez mas bienes, sin importar la condición de miseria que dejan a otros hermanos. El desequilibrio en repartir los bienes materiales no esta tanto en lo heredado como antiguamente, sino en la falta de posibilidades. Es una RIQUEZA tener la posibilidad de una educación que capacite a un oficio, un TRABAJO remunerativo y no estar dependiendo de los planes sociales que deberían ser pasajeros. Los subsidios y otros beneficios solo cubren superficialmente sin solucionar la desigualdad, esclavizando y empobreciendo. Llevan a perder la dignidad, considerados como inútiles, atándose a beneficios que, además de necesarios para vivir, los esclaviza. Mirar la vida sin aspiración de un trabajo digno, lugar donde pueda manifestar sus cualidades, virtudes y talentos, y no esperando que otros lo hagan por ellos.
“Maestro, que sepamos ofrecer una educación que genere trabajos dignos, donde todos puedan desenvolver sus cualidades y talentos. Tu mismo los depositaste en cada uno para la edificación de un mundo mejor”..


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